de contracturas

Miércoles 27 de mayo de la Era Postcoronavirus en la fase uno de la desescalada (Entrada de facebook) 

Vuelvo de una fisio que me ha empezado a descontracturar toda la inmovilidad y algunas pesadumbres instaladas en mi cuerpoalma durante del confinamiento (y algunas otras de antes). Después de la sesión me he dado un larguísimo paseo, con cerveza en la calle Betis incluida. Ya en casa, antes de hacerme una tortilla de patata, entro en las redes y veo que arden. Con el mismo trending topic de antes del paseo. Las redes arden como los perros ladran. Eso es así. En los paseos una piensa en sus cosas a ratitos. Aunque hoy la cosa no estaba para pensar, todo sea dicho. La fisio me ha dejado como nueva y Sevilla se regalaba en esta tarde espléndida. También nueva, en cierto modo. A ratos se ha pensado mi padre. Supongo que porque esta mañana el show ha ido de mentadas a ese miembro de la tradicional dicotomía parental. Desde que murió el mío (que nació en el 36 y que tiene toda una historia) hablo con él más que antes. A veces le enseño lo que veo. Y a veces, cuando estoy confundida, le pregunto. Mi padre no era aristócrata ni terrorista. Era panadero. Antes fue monje. Y charlatán. Pero de pocas palabras en lo que a los juicios sobre la realidad se refiere. Hoy solo ha proferido un bah muy suyo. Era terrible cuando escuchaba a mi padre decir bah. No existe fisio en este universo capaz de descontracturar los bah de mi padre. Ya en casa me lío con el ardor de las redes, y al intentar contar algo sobre los bah, me vuelvo a acordar de Hölderlin de la entrada anterior. Menuda contractura me ha entrado cuando he visto su nombre con una r errata que ha estado en una entrada anterior durante horas mientras yo disfrutaba inconsciente del paseo, por cierto. Y la contractura nueva me lleva a Rilke. Y me acuerdo de que no podemos recurrir a los ángeles ni a los hombres y que los animales, sagaces, se dan cuenta ya de que no estamos muy seguros y de que no nos sentimos en casa en el mundo interpretado y de que nos queda tal vez algún árbol en la ladera, para que la volvamos a ver.
O magdalenas.
Bah.

Comentarios

  1. Te leo y pienso ¡qué alegría , las palabras! esas que unen complicidades; mi padre también fue panadero, además de otros oficios. Lo ejerció en la guerra, hacer pan al menos era gratificante, dar de comer en vez de matar. Cosa que agradeció, según comentaba.
    Otra: también a la vuelta de un médico, ya en las salidas permitidas, al contemplar nuestra ciudad y el río me pareció verla de nuevo, habían mirado tantas cosas tristes en dos meses mis ojos, que fue una gozada.
    Gran abrazo.

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