de vagos, maleantes y adictos al café.
foto: Miriam Palma
http://www.boe.es/boe/dias/2012/04/21/pdfs/BOE-A-2012-5337.pdf
Yo no sé si es que dado que soy filóloga, o sea, un parásito en vías de extinción, no logro entender la coherencia del punto de vista y tampoco la de la redacción del decreto de BOE. Alguna vez he pensado -vanidad filológica, imagino- que era torpeza; estoy empezando a pensar que son mucho más astutos de lo que a primera vista parecen. Y me dan miedo, reconozco que mucho, las estrategias discursivas y, sobre todo, lo que se silencia o aquello que se pretende más allá de lo explícito. Ya se sabe lo que decía Goebbels a propósito de cómo construir verdades. Fue muy efectivo el método, por cierto.
En fin, en mi torpe cabeza de funcionaria bebedora de
cafés y de cutre investigadora mal sexeniada bullen las preguntas. ¿Cuándo suponen ellos que tendremos tiempo los castigados para realizar
trabajos científicos, técnicos y artísticos que nos puedan elevar al
pódium de los sexeniados? Disfrazando las decisiones de otras razones, y
dada la actual coyuntura económica, se han denegado este año multitud
de habilitaciones y de sexenios a mucha gente, muy válida por cierto
(sobre todo en el ámbito de humanidades, que es el que conozco). Como
parece que la cosa tiene visos de empeorar en vez de mejorar, está claro
que probablemente muchos no vamos a perder el tiempo rellenando antes
de las dulces fechas navideñas solicitudes absurdas en los próximos años
buscando y calculando cosas tan importantísimas como los índices de
impacto de nuestros artículos. ¿Significa esta condena una cadena
perpetua? Me intriga la frase: “la dedicación a la actividad docente de
este personal podrá variar en función…” El verbo “poder”, que
yo sepa, indica posibilidad no necesidad. ¿Quién se supone que va a
aplicar el “posible” castigo a los funcionarios que en lugar de
investigar cosas impactantes sólo toman café? ¿Van a tener los
funcionarios más carga docente para que los que no lo son aún puedan
prepararse para obtener una plaza fija y poder así conseguir el premio
de tener más carga docente cuando se conviertan en peligrosos
funcionarios adictos a la cafeína? Por otra parte, ¿qué tipo de
enseñanza "de calidad" se supone que van a recibir los pocos privilegiados
que puedan estudiar con el aumento de las tasas por parte de profesores (en lo
que a mí respecta hartos hasta el último pelo de tanta sinrazón) que
invierten su tiempo en preparar materias sólo para poder cumplir con el
número de créditos impuesto por decreto; realizado, por cierto, sin el
más mínimo análisis de qué es realmente lo que no funciona en la
educación? (Y hay muchas cosas que efectivamente no funcionan. Nada. No funcionan nada). En cuanto
a la valoración de la investigación: ¿por qué no se analizan también
cosas tales como si los criterios de valoración que se aplican a las
humanidades son realmente adecuados y justos? Yo me parto (a veces de la
risa, si el día pinta bien) cuando he de dejar en blanco apartados como
el de las “patentes” o cuando comparo con otras especialidades no
filológicas el número de revistas indexadas e impactantes que están a
nuestra disposición para estas cosas a las que me dedico, o sea, cosas
de vagos y maleantes.
(y que conste que a mí no me gusta el café).
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