Noviembre



Estaba asustado, y cuando le decía a alguien: “ha llegado el frío”, esperaba consuelo.
“Sí, noviembre”, contestaba el otro.
“Pronto, la Navidad”, decía él.
  Había comprado aceite para la calefacción, poseía un abrigo grueso, se había aprovisionado para el invierno, pero estaba asustado. En el invierno uno está perdido. Todo lo horrible se puede dar en invierno, la guerra, por ejemplo. En invierno pueden despedirte del  trabajo, en invierno uno se resfría. Es posible protegerse del frío: pañuelo para la garganta, abrigo con cuello de piel, guantes. Pero podría hacer más frío.
    De nada sirve decir “primavera” ahora.
    Los escaparates están iluminados, simulan el calor. Pero las campanas de las iglesias tintinean. En las tabernas hace demasiado calor; en casa, los niños abren las ventanas y dejan las puertas de la entrada abiertas, en las tiendas uno olvida el sombrero.
    Uno no se da cuenta de cómo los árboles dejan caer sus hojas. De repente ya no tienen ninguna. En abril vuelven a tener, y hasta puede que ya en marzo. Ya se verá cómo les van a ir saliendo.
   Antes de abandonar la casa, vuelve a contar su dinero.
   No va a haber nieve, ya no hay nieve.
   Las mujeres que tienen frío son hermosas, las mujeres son hermosas. “Hay que acostumbrarse al frío”, dijo, “hay que respirar hondo y andar más deprisa.” – “¿Y qué les compro yo a los niños para Navidad”, pregunta. “Uno al final se acostumbra al frío”, le dice a alguien. “Sí, ha llegado el frío, noviembre”, dice el otro.

Peter Bichsel

(traducción propia de elaboración casera)

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