Y bregamos sombríos por un instalar el cretino puestecillo en este mercado de cheposos faustos vendiendo nuestra propia triste sombra a mefistofélicos mercachifles que vociferantes prometen los pálidos elixires de un cum laude eterno. 

Impíos traficantes de palabras extiendiendo los tentáculos de sus marchitos corazones condecorados de una potestad ignorante de su propio pálpito. 

Las armas siempre alzadas. 
Las fauces incansables. 
El patíbulo siempre dispuesto a ejemplar castigo.


Perseveran
perseveran
perseveran
hasta coronar con su hediondo laurel al iniciado.


¿Y cómo no temerlos si manosean la bola del que inventan como unívoco destino?
Y estas son nuestras lides,
aunque el sol está en el cielo
y es mediodía.



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