más...(Para Sofía, ella entiende por qué)




Me gusta
contemplar el movimiento del hocico de mi gata
transitando senderos nuevos
de su universo de percepciones sin juicios.
Me gusta mucho
querer a mi sobrina
cuando se lanza sin miedo por las laderas
gritando al mundo su alegría
como una loca
(en compañía de la locura de su tía).
Me gusta también mucho
cuando me pregunta por la muerte
y yo me aturullo sin teorías ante sus ojos limpios
antes de hacer una foto a las montañas
que después del cuento ya son míticas.
Para sus nietos, quizá también,
como los trenes.
Como las princesas macarras
y los capitanes de papel que no fuman precisamente en pipa.
Me gusta esta luz otoñal
con promesas de calma
que me regala esa torre pegada a mi ventana mientras tecleo
tanta insensatez.
Me gusta asombrame todavía
cuando el violeta de las jacarandas
sigue haciendo vibrar esas cuerdas en mi cuerpo,
entre las grietas de los finales de otoño,
a pesar de todo.


Me gusta cuando sale un alejandrino tonto
de la copa de un poemachistera
corriendo detrás del conejo capaz de convertir en carcajadas
las imágenes que se quedan desamparadas
buscando espejos.


(To be continued)

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