El actor en busca de la espontaneidad perdida





Cuelgo un interesante artículo de Joserra Muñoz Leza sobre el teatro de improvisación... Sugerentes reflexiones, no sólo aplicables al ámbito teatral. 

El actor en busca de la espontaneidad perdida.



"Es preciso estar siempre a la altura del azar". NIETZSCHE, Ecce Homo.

La espontaneidad surge del contacto con el impulso , con el que viene de adentro y también con lo que viene de afuera, del empujón que nos da “el duende” , un “duende” que está en un lugar fuera de nosotros, y que nos empuja a un lugar donde nada está establecido anteriormente, donde nada está obligado por ley o educación, ni responde automáticamente a estimulo exterior; la espontaneidad evita el cliché, lo mecánico, el estereotipo, está en la definición del acto creador, es lo que a nosotros nos ocupa, el teatro de la improvisación, el de la espontaneidad; un tipo de teatro donde el actor es el propio director y autor, uno trabaja consigo mismo y no con un texto de un autor exterior.

Así surge, de ese contacto, y después camina y busca otros espacios de desarrollo. A veces en el camino la perdemos o la bloqueamos queriendo ser más espontáneos o aparentar espontaneidad. Es un camino y a menudo, como en la vida, no está señalizado, o las señales no son fáciles de ver, aquí se impone estar atento a la superstición, entendida ésta, como saber ver, mirar afuera y darse cuenta de las señales. La espontaneidad exige cuidados, mantenerla para que no se pierda y volvamos a caer en la rutina. Se alimenta cada día, como el cuerpo. Necesita una alimentación variada. Uno es espontáneo porque decide serlo. No es un estado natural del ser humano de hoy en día. Hay que calentar, tener apunto la escucha, los roles, los niveles de comunicación, ejercitarse en las estructuras dramáticas, en el instinto poético y en la interacción con el espacio y el tiempo, disponer de un registro de estilos y diría finalmente que se cultiva porque es cuestión de cultura también.
La espontaneidad es un estado, que a veces alcanzamos tras un esfuerzo, (si bien conozco artistas que solo pueden ser espontáneos, bebés supuestamente espontáneos, con un culto a este dios contemporáneo de la espontaneidad y a sus pañales!) pero para el resto, es como subir una cuesta, al final alcanzamos ese estado donde uno se siente uno con el todo y ese estado es placentero en alquimia llegas al unus mundus... Todo fluye con facilidad, no piensas, actúas de manera cómoda, sientes que los sucesos se integran a su ritmo, con el movimiento adecuado y sin "empujar" nada.

El improvisador difiere del “actor dramático” en el escenario, éste trabaja con la identificación con su personaje. Se solapa con él. Una pequeña parte de su cabeza su yo controlador, se destina a controlar, a perseguir, la cadena de acciones-intenciones-emociones del personaje que interpreta y que anteriormente ha entrenado. El resto de su cabeza, la mayor parte, lo ocupa el personaje. Si el método es correcto decimos que nos transmite verdad. Diremos que el sentido de creación para este actor es centrípeto, esto es, que interioriza el texto, las intenciones, emociones, los gestos y movimientos. Todo va hacia su yo. El actor se convierte en instrumento de una idea estética y política, se pone al servicio de una autoridad.

El actor improvisador combina -el sí mismo, su yo- al 50% con el personaje que elabora. Mientras una parte de su cabeza dirige, crea, relaciona, asocia o disocia, escucha y modera los impulsos, la otra mitad interpreta el personaje. En la improvisación, esta combinación se hace fluida, simultánea e inconsciente sí el improvisador está en estado de espontaneidad. Y también transmite veracidad, pero además, transmite un alto grado de incertidumbre que el público siente. La dirección de creación va hacia fuera, es centrífuga, todo sale hacia fuera desde el propio yo. Podemos decir que la improvisación teatral es un acto creador puro y en el momento y obedece a su propia autoridad. O a extrañas autoridades externas, a duendes y supersticiones!

Según Moreno el acto creador en el teatro de la improvisación se define por ser espontáneo, por sorprender, por ser irreal (difiere de la vida donde hay un continuo causa-efecto, mientras que en el teatro nosotros manipulamos los elementos dramáticos para producir un simulacro, un “como si” , de la vida), por tener un estilo particular “sui generis” en el que el actor propone acontecimientos y los resuelve, y finalmente porque se corporaliza, se física, se hace gesto, y por todo ello obtiene beneficios personales Podríamos decir que no tenemos ante nosotros a un actor guapísimo, limpísimo, seguro de sí mismo, que sabe bien lo que dice y cómo lo dice, simplemente estaríamos ante un actor creativo.
En un match de improvisación por ejemplo, hay momentos que alcanzas fluidez, otros no y esa fluctuación da un cierto sentido de intento, de deportividad, de juego con uno mismo, donde hay riesgo y se exige valor. El público es testigo y animador, es una pieza esencial, que participa en este tipo de teatro pues sabe que va a ver un hecho único, irrepetible y fugaz. Está complicidad con las dificultades que conlleva este juego -salir a la cancha sin guión-, da una emoción añadida difícil de conseguir en otro tipo de teatro. ¿No es esto lo que nos atrae para salir a un escenario o para ver teatro improvisado? Hoy en día necesitamos más que nunca recordar y sentir que estamos viviendo algo de manera única, irrepetible y finita.
Existen técnicas y mecanismos concretos para mejorar en improvisación, y el match de improvisación, Pero al margen de esto, me gustaría incidir en otro aspecto: -animar - nuestro interior, dotándole de “alma”. Animar el interior, darle alma, es decir darle imágenes, este es el meollo, de este trabajo: dotar de imagen con la cual expresar, cada vez que, creamos imágenes completas estamos realizando y conectando con la esencia del teatro. Abrir imágenes y cerrarlas. Crear figuras, personajes, figurándonos el mundo . Este es nuestro servicio al espectador para que él se sienta reflejado, representado, ritualizado.
Lo cómico o lo trágico, ¿dos caminos diferentes? A mí como cómico, esto me toca. Lo cómico no impone, no exige ningún estado, no toma en serio ningún estado, todo sirve, mientras que en la tragedia se va imponiendo, hay un destino inexorable. Moreno apoya que es más adecuado trabajar la espontaneidad desde la tragedia, y que para expresarla hace falta derribar todas las barreras psicológicas que obstaculizan su camino. Creo que el camino de la improvisación pasa por abordar con respeto cualquier situación humana. Y que sea la propia situación la que mande, entramos en superstición para darle un tono cómico o trágico. Recordemos que las grandes comedias están abordadas desde la consideración al aspecto trágico o injusto de una situación. A mí me gusta perseguir este paisaje el pasaje ambiguo entre lo dramático y la comedía. Una macabra traición a la línea de actuación.

Añadiremos algunas consideraciones más para estimular y proteger la improvisación de factores que la perjudican como el perfeccionismo: aquí no hay tiempo de repeticiones para conseguir un gran resultado, solo tenemos una oportunidad para construir con los materiales, el espacio, las condiciones y circunstancias del momento presente. Evitar las revisiones y las vueltas atrás. Más bien nuestro objetivo será proteger las creaciones “malogradas”, cuidar las obras cuando están naciendo, emergiendo, darles valor y conciencia pues esta toma de conciencia, determinará la calidad de las acciones futuras. Este tipo de teatro difiere del teatro actual, sentencia Moreno, donde los autores aman la inmortalidad, el teatro del culto a la resurrección; sin embargo el teatro de la improvisación promete amor a la muerte (por eso, paradójicamente, es un teatro muy vivo) y es un revulsivo nada desdeñable para los nuevos públicos y, en general para la sociedad. No aplaudimos tanto el rendimiento escénico como la experiencia de la aventura en un marco adecuado para su representación. 

Por último señalamos la resistencia del actor frente al teatro de la improvisación. Cómo trabajar con las propias resistencias a crear de esta manera. Para poder improvisar junto a otros y poder crear drama es necesario investirse de indiferencia espiritual, deshacerse de los apegos a las ideas con las que salimos y tener ciertas dosis de abandono: Abandonar (saber perder) la tendencia a la estilizaciones, moldes, clichés corporales que nos encajonan, a la inercia de imponer las ideas propias ya estudiadas, y entregarse a la escucha de actitudes corporales, ideas y emociones de los otros jugadores , así como liberarse de la presión de las expectativas del auditorio. A veces, paradójicamente, encuentro que cultivando estas resistencias, con los alumnos y conmigo mismo naturalmente van cayendo. Todo un arte.


Joserra Muñoz Leza





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