La risa según Bachtin (Literatura y carnaval)

Tomado de Miriam Palma Ceballos, La construcción del sujeto femenino en la obra de Irmtraud Morgner, Sevilla, 2011, pp. 205-206.

Para Bachtin lo grotesco en el medievo y el renacimiento, en la cultura de la risa popular, estaba traspasado por una percepción carnavalesca de la existencia. Con su poder de vencer el temor abría las puertas hacia otro mundo ajeno a la seriedad y unilateralidad de la verdad oficial: "En realidad, lo grotesco abre, [...], la posibilidad a un mundo completamente diferente, a un orden mundial distinto, a otra vida. Consigue traspasar la frontera de lo aparentemente unívoco, indispensable e inquebrantable que tiene el mundo establecido."
Esa capacidad utópica de la risa no es un sentimiento abstracto ni interno, porque en él el hombre pone en juego todo su ser íntegramente, sus pensamientos, su cuerpo y sus sentimientos. Al desenmascarar como falsa la necesidad a la que se ve sometida el ser humano en su realidad oficial convierte en relativas todas sus ideas y de esa manera abre una brecha en la conciencia hacia la posibilidad de un reencuentro del ser humano consigo mismo, hacia su patria, hacia nuevas posibilidades, ajenas a las dualidades, jerarquías, etiquetas o distancias que se establecen como verdades inamovibles en la vida cotidiana: "El mundo establecido se muestra por ello como ajeno [...], porque se abre la posibilidad de una verdadera patria, de una Edad Dorada y de la verdad carnavalesca. El hombre regresa consigo mismo" .

Son tres los rasgos que Bachtin encuentra característicos en la cultura de la risa. En primer lugar, su universalismo, ya que es una actitud que se dirige hacia la totalidad. En segundo lugar, su íntima conexión con la libertad. Y por último, su relación con la verdad no oficial del pueblo, una verdad ajena a la seriedad y el autoritarismo del poder oficial, que en su acción limitadora y prohibitiva, se sirve del miedo y la intimidación: «La risa no dispone de prohibiciones y limitaciones. El poder, la violencia y la autoridad nunca hablan el lenguaje de la risa ».
 
La risa, al subvertir los valores, con su capacidad de unir todo aquello incompatible desde una lógica externa, tiene una fuerza liberadora del temor que provoca el poder oficial, triunfa sobre la exclusividad de las verdades absolutas, sobre todo tipo de categorización y sobre la censura externa e interna. Por ello, abre a la conciencia humana una posibilidad hacia nuevos planteamientos. Y el bufón del medievo es el portador oficial de esa verdad que la risa posibilita.

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