Promesa invernal

Esta ciudad
perpetuamente enamorada
de sí misma.
Su plaza más callada,
de adormilados escalones
ajenos al bullicio de otras calles
Será una tarde,
al final de un verano,
sentada allí,
bajo esas tres austeras
implacables sombras sin memoria,
cuando tenga lugar
el milagro que prometen sus esquinas.


(Sevilla, 1992, publicado en Enredados, 2010)

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