Y al principio era el caos...



(Foto extraída de El País)

Las crisis de diversa índole que asolan nuestros espacios físicos y mentales, los continuos desastres ambientales y el caos, a veces hilarante y de corte casi "marxiano" (lo he vivido este invierno en diversas ocasiones), que se produce en nuestro ordenado y previsible mundo tecnológico cuando ocurre algo "inesperado" (como que nieve en el invierno), los cambios del clima, las revueltas del mundo árabe (que, por otra parte, han dado una buena bofetada a nuestro empeño y necesidad de inventarnos enemigos a medida: ahora resulta que el “moro” no es el fanático, ignorante y temible que deseábamos). El terremoto que ha asolado la costa de Japón. El peligro de que Japón (y el mundo, esa aldea global ya inevitablemente interconectada) sufra un desastre nuclear de consecuencias impredecibles, pero de seguro nefastas. ¿Qué otros mensajes más necesitamos?



Hace mucho tiempo que se erigen voces conscientes de todo esto que se está haciendo real en estos momentos. Son muchos los que llevan años vaticinándolo y como a la Casandra antigua, se ha desoído sistemáticamente su mensaje. Hace muy poco tiempo, en 2007, leo en El País, un sismólogo japonés advertía de la vulnerabilidad de las centrales nucleares japonesas ante los terremotos fuertes.  

Nuestra “segura” construcción del mundo se tambalea, parece que sin remedio. ¿Seguiremos haciendo oídos sordos a las evidencias?


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