Viaje a Rügen 3

El primer acto revolucionario de una bicicleta es tener un nombre propio, ha declarado mi bici esta mañana en tono solemne. A partir de ahora llámame Cleta. Tras unos momentos de perplejidad le he dicho que ese nombre me parece más adecuado para una araña. Pero ella ha empezado a soltar un largo discurso sobre bicicletas tejedoras de utopías y no sé qué más. Conozco la tozudez de mi tierna bici, así que no he insistido. No sea además que se niegue a poner la marcha corta para subir las cuestas. He ido a desayunar pensando en que a lo mejor las islas no les sientan bien a las bicicletas y en si a Cleta no se le estará yendo un poco el manillar.

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